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Lee nuestros nuevos artículos... este mes reflexionamos sobre el Misterio de la Trinidad a partir de los aportes de Leonardo Boff en su libro titulado La Trinidad, la sociedad y la Liberación.

Los títulos de los artículos publicados este mes son: "El problema de la representación y comprensión de la Santísima Trinidad" escrito por Diego Balaguera, cmf; "Imágenes de la Trinidad" escrito por Ángel Javier Villamizar, cmf; "Trinidad, modelo de comunión, liberación y esperanza" elaborado por Armando Gómez, cmf.

Esperamos que estos artículos te puedan servir para tu discernimiento y servicio comunitario.

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domingo, 4 de noviembre de 2007

El problema de la "representación" y "comprensión" de la Trinidad


Por: Diego M. Balaguera, cmf

En el siguiente artículo pretendo hacer un acercamiento al problema de la “representación” y de la “comprensión” de la Santísima Trinidad, el cual se suscita cuando contemplamos, vivimos y reflexionamos este gran misterio de la fe. Todo con el fin de hacer un esfuerzo verbal, tal vez de manera intelectual, para decir una palabra respetuosa sobre la Santísima Trinidad, sabiendo de antemano que ante la Trinidad conviene callar en adoración, pues las palabras mueren en los labios. Los pensamientos se oscurecen en la mente. Pero la alabanza enciende el corazón, y la adoración hace doblar las rodillas , dice Leonardo Boff bellamente con respecto al misterio de la Trinidad. Es un esfuerzo por expresar la comprensión de este misterio, teniendo en cuenta que con esto no se quiere llegar a “encajonar” en un concepto o término la Trinidad, ya que el misterio de Dios desborda nuestra mente e inunda nuestro corazón humano.

Para tratar de acercarnos a esta problemática, desarrollaré tres puntos, que mi parecer, son importantes: a) Vivimos y expresamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; b) La necesidad de reflexionar nuestra fe en Dios; c) De qué manera debemos comprender y representar a la Santísima Trinidad.

a) Vivimos y expresamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La experiencia de fe en Dios dentro de las distintas comunidades creyentes: campesinas, afro, indígenas, urbanas, etc., se hace presente de una manera muy cercana, vivencial y concreta, la cual se expresa por medio de símbolos, narraciones, descripciones, ritos, cantos, expresiones corporales, etc. Es la experiencia de fe en Dios inserta en la cotidianidad, y que a partir de allí, inunda de vida y esperanza la realidad de cada persona y de cada comunidad.

Esta experiencia cercana con la Trinidad es lograda en aquellos que han tenido un encuentro profundo con el misterio, con lo absoluto, con Aquello que ha llenado de sentido sus vidas y los ha motivado a construir proyectos de vida digna, es decir, hacer visible el proyecto de Dios, en contraposición a los caminos de la muerte.

Los símbolos, como expresión legítima de ese encuentro festivo-comunitario con Dios, condensan esa experiencia fundante de la comunidad creyente; las cosas, el mundo, las palabras, la humanidad se hacen portadoras de salvación y del misterio de Dios y a la vez posibilitan ese encuentro con la Divinidad .

En síntesis, tanto en las primeras comunidades cristianas, como en las pequeñas comunidades actuales, la fe en la Trinidad es, primero que todo, una experiencia vivencial de la fe cargada de una alta simbología, antes que una “doctrina elaborada” eruditamente con lenguajes especializados y lógicos. Primero está la experiencia de vida, el símbolo, la narración; luego sí la elaboración “reflexionada”, expresada en doctrinas de fe.

Las primeras comunidades elaboraron “formularios” que resumían la fe de la Iglesia, expresando los “marcos fundamentales” que identificaban la comunidad cristiana: Redditio symboli (recitación del símbolo). El símbolo, es decir, los formularios, resumían la experiencia de fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin embargo, no es suficiente expresar por medio de estos símbolos o formularios la vivencia de fe en la Trinidad, es necesario dar un paso más: la juiciosa reflexión de aquello que se celebra y se cree. Es de suma importancia atender a los problemas que poseen los formularios que sintetizan lo que la comunidad cree: la fe en la Trinidad. Es necesario que comprendamos y demos razón de ese Dios que es Trinidad.

b) La necesidad de reflexionar nuestra fe en Dios.

Cuando celebramos nuestra fe en Dios-Trinidad, a través de la liturgia o a través de actos de piedad popular, no nos preocupamos por pensar qué tipos de relaciones existen entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ni cómo se articulan los tres con la fe bíblica en la estricta unicidad de Dios, ni si la peculiaridad del Padre es ser ingénito, la del Hijo la de ser engendrado y si la del Espíritu Santo reside en el hecho de proceder del Padre de una manera distinta del Hijo y a través del Hijo . Estas preocupaciones no se hacen conscientes a la hora de celebrar nuestra fe, es el nivel de la espontaneidad, de la imagen, del símbolo. Por lo tanto, es fundamental pasar del nivel espontáneo al nivel crítico, al nivel de la reflexión: ¿Qué es lo que entendemos cuando proclamamos y celebramos que el Padre es Dios, que el Hijo es Dios y que el Espíritu Santo es Dios? Démonos cuenta que el nivel crítico rompe con las imágenes y símbolos construidos por la comunidad y se distancia del ámbito afectivo y relacional, introduciendo cien por ciento elementos de comprensión intelectual, característica propia de las formulaciones teológicas sobre la Santísima Trinidad.

Hasta aquí el primer problema derivado de las formulaciones de fe: la urgente necesidad de explicar y fundamentar lo que se cree en palabras exactas y reflexionadas. Un segundo problema al que, en su momento, estuvieron expuestos los formularios de fe fue a las diversas objeciones que se hicieron de los mismos: la del Judaísmo tradicional, la de la cultura griega politeísta o filosófica y la del gnosticismo. Esto hizo que la Iglesia se esforzara por mostrar, de manera lógica, lo que significaba afirmar a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Actualmente, las diferentes corrientes de pensamiento han influido en nuestra forma de vivir y de pensar a Dios, alejándonos de la forma original de comprensión de la Trinidad, lo cual nos debe hacer reflexionar nuestra fe en Dios para poder justificarla y dar razón de ella.

Estos dos problemas, esbozados rápidamente, fueron necesarios para iniciar un proceso de clarificación y comprensión de la Trinidad, hasta llegar al punto de la elaboración de la doctrina trinitaria. Algunos de los intentos por clarificar y hacer comprensible el misterio de la Trinidad, que a la vez son representaciones equívocas de la misma, fueron el modalismo (Dios efectivamente uno y único. La misma y única divinidad aparece bajo tres rostros y mora entre nosotros de tres maneras distintas como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo), el subordinacionismo (Jesús semejante a Dios pero nunca igual a él. Fue adoptado por el Padre como Hijo suyo pero frente al misterio abismal del Padre el Hijo sigue estando subordinado a él) y el triteísmo (afirma las tres divinas personas. Acepta al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo pero como tres substancias independientes, autónomos. No se afirma la relación ni la comunión como constitutivo de la persona divina); representaciones que aún hoy influyen y legitiman sistemas políticos de muerte, como es el caso del subordinacionismo, donde el verdadero “poder creador” se encuentra acumulado en el Padre (patriarca, hacendado, patrón, rey), el cual tiene súbditos a su servicio, que nunca serán igual a él y que seguirán en su condición de dependencia (pobreza, ignorancia, sumisión, etc.).

Estos tres acercamientos no ofrecieron una adecuada solución a la reflexión de la fe en la Trinidad; al contrario, fueron fuentes de confusión. Sin embargo, varios teólogos aportaron importantes orientaciones para la comprensión de la Trinidad, entre ellos San Irineo, que concibió la Trinidad como comunicación. Dios es uno pero no está solo. Dios Padre da origen al Logos (Hijo), el Padre y el Logos originan el Espíritu Santo; Tertuliano, quien crea las bases del lenguaje trinitario: Dios es uno, pero no una cosa: Una substancia, tres personas. La unidad hace derivar la Trinidad; los Padres Capadocios, que afirman que el Padre es ingénito, no es creado por nadie, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo reside en el hecho de proceder del Padre de manera distinta que el Hijo. La Trinidad solo puede ser concebida como un juego de mutuas relaciones de verdad y amor; San agustín, asegura que la Trinidad es el único Dios verdadero, Dios es la Trinidad. Las tres personas son tres relaciones que coinciden con la substancia divina; Tomas de Aquino, quien parte primero de lo que es uno en la Trinidad, es decir, de la esencia una.

Ahora bien, ¿cómo debemos comprender y representar a la Santísima Trinidad, luego de este arduo camino de reflexión hecho por estos teólogos?

c) De qué manera debemos comprender y representar a la Santísima Trinidad.

En esta última parte quiero presentar algunas pistas iluminadoras, propuestas por L. Boff , que posiblemente nos pueden ayudar a la hora de comprender y representar la Trinidad, sabiendo, como he dicho antes, que cualquier palabra sobre este misterio es únicamente un acercamiento, un pronunciarse ante lo que no se puede definir en totalidad:

a) Podemos lograr una acertada comprensión de la Trinidad si la asumimos como la existencia real del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la que existe la eterna comunión y unidad, es decir, la existencia de un sólo Dios en comunión. No sólo son tres personas (individualidades concretas), lo cual nos podría conducir por el camino del triteísmo, sino que cada persona está totalmente en la otra (cada persona contiene a las otras dos), es la comunión completa de las personas: la perijóresis, comunión de una en la otra, por la otra y con la otra.

b) Desde esta perspectiva, en la Trinidad existe un “intercambio de amor eterno” entre las tres personas, es la plenitud de la vida y la comunión, donde cada persona entrega a las otras todo lo que es; es la comunión absoluta de todos entre sí de manera libre y voluntaria; por lo tanto, no hay campo para comprender la Trinidad como una monarquía celestial ni como el dominio de uno sobre los demás; es la perfecta “circulación” del amor: tres personas en una única comunión de amor.

c) Esta comunión eterna de amor (Perijóresis) no es un logro alcanzado gracias a un proceso de conocimiento entre las tres personas, sino que es original, simultáneo y constitutivo.

d) Según este acercamiento a la Trinidad, Dios no puede ser pensado como soledad, como un eterno uno, sino que en Dios existe desde siempre la comunión, siempre ha existido el Dios Padre, el Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo.

e) La relación-comunión eterna de amor y de vida plena entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es la matriz de toda relación de vida, amor y comunión en toda la creación, es el modelo característico de relación entre el hombre y la mujer y del hombre-mujer con la Naturaleza.

f) La Trinidad como matriz perfecta de toda relación existente en la creación, debe ser asumida como forma de vida en las comunidades creyentes, ya que en la medida que exista ese “intercambio de amor”, esa vinculación profunda entre el hombre y la mujer, y consigo la Naturaleza, el rostro de Dios se hará más visible, será revelación, será la instauración del Reino de Dios en la historia. Por tanto, mientras no exista verdadera comunión en el mundo, es decir, mientras no exista libertad, justicia social, reconciliación, paz, fraternidad-sororidad, solidaridad, el rostro de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo seguirá oculto para el mundo: ves la Trinidad si ves la caridad (S. Agustín). La comunión verdadera vivida en las pequeñas comunidades será la mejor forma de representar a la Santísima Trinidad; aunque ciertamente no bastaría para comprender este gran misterio, a lo que únicamente podemos hacer es contemplar y adorar más que categorizar y conceptualizar.

Termino con las sabias palabras de San Agustín: Cuando se nos pregunta qué son esos tres, hemos de reconocer la indigencia extrema de nuestro lenguaje. Decimos tres personas para no guardar silencio, no como si pretendiésemos definir la Trinidad.

sábado, 3 de noviembre de 2007

IMÁGENES DE LA TRINIDAD


Por: Ángel Javier Villamizar Flórez, Cmf.


Durante la historia se han ido presentando diferentes imágenes o simbolismos sobre la trinidad, algunas veces bastantes erróneas. Otras en cambio, han ayudado a percibir de una manera más clara la trinidad en la sociedad. Se han utilizado conceptos diferentes que ayudan a comprender el significado de esas teorías, a saber: el significante, significado y significación. Lo que me interesa señalar sin olvidar las otras dos es: La Significación. Leonardo Boff en su libro lo define así: “es el contenido afectivo, la vibración valorativa que cada término (Significante y significado) produce en nuestra vida”. Es por medio de las imágenes que intentamos expresar y materializar lo que tenemos en nuestra mente de manera abstracta y conceptual.

De la misma manera, es necesario nombrar los diferentes simbolismos que se tienen para el conocimiento de la Trinidad. El primero, es la simbólica económica, que entiende la trinidad desde la vida, relaciones, actitudes y la práctica de Jesús. Aquí las tres personas de la trinidad aparecen en su acción en la historia de los hombres. La Trinidad no surge como mera contemplación, sino, como un misterio de transformación de la vida humana, de penetración, de nuevas formas de vida, cada vez más semejantes a las características que tiene la Trinidad.

La segunda, es la simbólica de piedad, donde la trinidad se manifiesta en los sacramentos, especialmente, en la Eucaristía y el Bautismo. El tercer simbolismo, es la arquetípica, en ésta se da la manifestación del ser humano que se muestra a imagen y semejanza de Dios, pero acompañado con y por la historia. De esta manera, se manifiesta la totalidad abierta e integradora de otros elementos. La Trinidad en este sentido se comunica creando el universo, autoentregándose en Amor y Amor a los seres humanos.

El cuarto, esta mediado por lo antropológico, el ser humano es un misterio, porque cada vez que es distinguido se abre más al conocimiento. Aquí el hombre es imagen y semejanza de la divinidad. Se da una relación intra-subjetiva entre él y el otro, es decir, se muestra como aquel que se ama y se autoentrega. En la medida que el ser humano viva en radicalidad su propia vida, más se convierte en revelador potencial de la Trinidad en la historia. El quinto, el simbolismo familiar, toma como referencia las relaciones inter-subjetivas, el padre y la madre se aman, conocen y reconocen, el hijo es fruto de este amor de los padres. Hay que aclarar que no se trata de meras relaciones sexuales, sino que cada uno es diferente pero que comparten la misma unidad plural familiar. De la misma manera, es la Trinidad, cada uno tiene su propio ser pero forman una unidad plural Trinitaria.

El sexto, es el eclesial, donde el misterio trinitario se manifiesta en aquella comunidad de fe, esperanza y amor que vive concientemente el ideal de unidad propuesto por Jesús, acompañados por la fe, el culto y la organización con vistas a la cohesión interna, la caridad y la misión. No se concibe el templo de Dios como estructura arquitectónica, sino, la comunidad reunida en el seguimiento evangélico. El séptimo, es la simbólica social, que se encuentra estructurada por la interacción dialéctica de tres bases: la economía, política y simbólica. Cada una de ellas hace su aporte para la convivencia social.

El octavo, es la material, son los materiales de la creación. Por medio de la naturaleza se entendía la unidad de la Trinidad, el sol, la luna, luz, calor, etc. Cada una de ellas aporta a la unidad para entender la Trinidad. Por último, la simbólica forma, representada por figuras matemáticas, donde sus lados son totalmente iguales. Por medios de éstos símbolos la fe se concreta para el pueblo, el propio ser humano se siente participante de la Trinidad y ella, se hace presente en la cotidianidad. Pues bien, la historia ha ido comprendiendo la Trinidad de ésta manera, ahora nos tocará preguntarnos: ¿Cómo debemos comprenderla? ¿La seguimos entendiendo de la misma manera? ¿Cómo la hacemos presencia viva en la actualidad?

Para responder a éstas preguntas, debemos analizar primero nuestra vida, es decir, observar las relaciones con las demás personas, conmigo mismo y con el mundo. Podemos acceder al mundo y a la verdad de dos maneras: una, por el logos, la palabra que se puede manifestar en la creación de las cosas y del mundo. La otra, por el pathos, la pasión que conforman dicha creación, las dos deben estar presentes para acceder a la realidad. Una es y debe ser complemento de la otra, de lo contrario quedaríamos en mera abstracción mental o sentimental.

Cuando nos referimos a la Trinidad, necesitamos ver, en y por medio de la fe, “el fenómeno divino expresado en nuestro hablar ”. La fe es un elemento que nos ayuda a comprender la relación del mundo con Dios, entendida como una perijóresis . Nos obligamos a concebir que el mundo y Dios, deban ser concebidos como perijóresis y no simplemente como categorías de oposición.

Esta relación de perijóresis se comprende mejor desde estos puntos de vista: la persona, sociedad, Dios y la comunidad. Desde el punto de vista de la persona, la debemos comprender como la que “significa fundamentalmente un ser de relación. La persona es un sujeto que existe como centro de autonomía, dotado de conciencia y libertad ”. Es un hombre que se relaciona con los otros, desde sus diferencias, desaciertos, dificultades, problemas, conflictos, peligros, etc. Pero igualmente, desde sus alegrías, satisfacciones, gozos, júbilos, agrados, entre otros. Cada una se afirma como un yo, no para cerrarse a sí mismo, sino para darse a los demás. Es un diálogo yo-tu, que originalmente funda el nosotros.

La comunidad, no se concibe plenamente como individualismo de las personas, sino que: “constituye un ser propio, urdido por el entramado de las relaciones entre las personas, funciones e instituciones, constituyendo la comunidad social y política ”. Si todos colaboramos y cooperamos en un trabajo comunitario, podremos buscar el bien común para la sociedad. Cada uno actúa desde su particularidad, nadie pretende ser igual que el otro, sino que, cada cual se fundamenta en una profunda colaboración comunitaria.

Igualmente, el rostro de Dios en este sentido no debe ser una formula, principio articulado del cristianismo, no debe estar revestido de la más alta autoridad, que se le deba temer, no es un rostro que condena por pecados, que juzga, es verdad absoluta, invisible, no posee cuerpo o aspecto humano, juez, fuego consumidor, etc. Es un Dios que “en cada persona actúa de forma constante con su peculariedad, pero que es común a los tres divinos ”.

El Dios que debemos reconocer es aquel quien se baja a acompañar el rostro humano. “Por eso la acción salvadora de Dios, por su mediador Jesucristo con respecto a los pobres, oprimidos y sufrientes, no es mirarlos ya compasivamente de los cielos y confundir y castigar a los opresores, sino que está de su parte subsistiendo y padeciendo personalmente en ellos; y sus cuerpos, son el cuerpo doliente de Dios mismo, o el lugar donde Dios sufre ”. Es él mismo aconteciendo personalmente en la historia.
Es un Dios que esta aconteciendo personalmente, con su hijo y con la humanidad, donde los opresores o victimarios tendrán que interrogarse como oferte de esperanza y salvación para ellos mismos. “En las palabras de I. Ellacuría, su lugar propio de aparecer es el de los miserables y desheredados y no el de los ricos desheredantes, quienes más bien propendían a no ver y aun a oscurecer la justicia y la necesidad de liberación ”. Dios se presenta como el Dios vivo, cariño para los pobres, engendrador de vida y defensor de los que tienen su vida amenazada.
Se entiende por comunidad, el lugar donde “Dios es comunidad de personas, y no simplemente el uno; su unidad existe en la forma de comunión (común-unión) de los divinos tres entre sí y con la historia ”. Es una comunidad de comunidades, donde se manifiesta la preocupación real del hermano, de sus sufrimientos y lo que implica su vida. Es la que recuerda y selecciona algunas cosas de Jesús. “Es en las comunidades donde se capta (y canta) primariamente la buena y gran noticia de la liberación ”.
Esa comunión está comprendida desde unas características especiales: primero, se necesita la presencia del uno al otro. Segundo, supone un camino de ida y vuelta “Reciprocidad”. Tercero, uno quiere estar con el otro por sí mismo, sin intermediarios, mostrando su amor y compañía. Por último, implica a la comunidad, entendida: “el resultado de las relaciones de comunión, implica convivencia, valoración de cada uno en su individualidad ”. Desde el punto de vista filosófico, es ser en apertura (comulga el que está abierto al otro), ser en trascendencia (sale de sí mismo y entra en comunión con el otro) y ser nosotros (el yo nunca existe solo sino que es habitado por otros).
Así pues, la comunidad Trinitaria es comunión precisamente porque es trinidad de personas, implica al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Son tres personas pero una misma comunión y una sola comunidad trinitaria. Poseen unas relaciones amorosas, en reciprocidad total, siendo el uno para, por, con, en el otro, esa es la característica especial en cada uno. Igualmente, una persona está dentro de la otra, envuelve a la otra por todas partes. La comunión supone intimidad, transparencia de intención, unión de corazones, convergencia de intereses. De modo que tendríamos que responder a las preguntas que la presencia trinitaria en la actualidad se da en la comunidad y el entorno en que vivimos, construimos estos lazos de fraternidad y amor con nuestros seres más cercanos. Así pues, queda a grandes esbozos lo que implica las imágenes de la trinidad en la actualidad.

TRINIDAD, MODELO DE COMUNIÓN, LIBERACIÓN Y ESPERANZA PARA NUESTROS PUEBLOS.


Por: Luis Armando Gómez M, cmf.

Este documento pretende brindar un acercamiento reflexivo al Misterio de la Trinidad, para tal efecto, desarrollaremos este trabajo en tres momentos; 1) introducción, 2) la Trinidad como modelo de comunión, 3) la Trinidad como liberación y esperanza.

1. Introducción

En primera instancia hay que tener en cuenta que en este paso de querer comprender el misterio de la Trinidad ha sido y sigue siendo un proceso en el que inicialmente hombres y mujeres compartieron su experiencia de fe, la oración, su religiosidad popular, en fin, su vida cotidiana a partir de la cual expresaron su fe en el misterio infinito de la Trinidad. Dicha expresión se dio con un lenguaje sencillo y muy comprensible a sus propias comunidades, en el que el agradecimiento, el respeto y la misma utilización de símbolos dentro de sus ritos y celebraciones ya era un acercamiento muy peculiar y esperanzador para el pueblo, sinembargo, la Iglesia vio la urgencia de fortalecer dicha comprensión formulando más racional y lógicamente la experiencia del misterio de la Trinidad, puesto que las corrientes heréticas como el modalismo, el Subordinacionismo y el triteísmo, creaban con fusión como quedó explicito en el primer documento antes expuesto. Es por esto que al interior de la misma Iglesia se crearon caminos (concilios y lenguajes) los cuales condujeron hacia una formulación dogmática que sin duda hasta hoy ha ayudado a mantener más sólida nuestra fe.


2. La Trinidad como modelo de comunión

Partiendo de lo anterior, pensamos que hoy la Trinidad debe ser considerada como modelo de comunión por las siguientes razones; una, porque en ella misma se da la perijóresis, es decir, la relación y el vínculo afectivo entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no dejan de ser unión reciproca, interpenetración, vínculo del amor desbordante entre estas tres personas. Esta relación es al mismo tiempo testimonio de Vida, y lo es precisamente porque en dicha comunión se nos transparenta la manifestación de las tres personas; Padre, Hijo y Espíritu Santo comunicándose, generando unidad en la diversidad, es decir, que cada uno con su particularidad hace posible que esa comunión se de, pues el Padre engendra, el Hijo procede del Padre y el Espíritu Santo es espiración del Padre y del Hijo. Es en el mismo Hijo donde se revela la comunión de las tres personas, porque allí Dios manifiesta Gloria. Debemos pues tener en cuenta que “Dios es comunidad de personas, y no simplemente el uno; su unidad existente en la forma de comunión (común-unión) de los divinos tres entre sí y con la historia” . Es comunidad perfecta, la cual es trascendente, impregna lo inmanente y lo hace transparente.

Dos, porque el Padre a la hora de engendrar al Hijo ha engendrado toda la creación, pues su amor infinito y desbordante sale a nuestro encuentro para acogernos filialmente, es decir que nos hacemos hijos suyos, por esto debemos estar agradecidos, llenos de gozo, de júbilo, adoptando una actitud de silencio, la cual desborda nuestra imaginación y nos conduce a ese misterio de la trinidad, en palabras de Kart Bart: “la trinidad de Dios es el misterio de su belleza. Negarla es tener un Dios sin resplandor, sin alegría (¡y sin humor!), un Dios sin belleza” .

Tres, porque en la trinidad libera, y libera a las comunidades porque está animándolas, acompañándolas en sus procesos de organización, de lucha, de resistencia en las que van creando unidad para poder salir al encuentro a tanta desesperanza marcada por la violencia, la pobreza y el sufrimiento, masivo, cruento y duradero. Por eso mismo la trinidad es buena nueva, porque en ella se anuncia que es posible construir otro tipo de relaciones basadas en el amor, la filiación y la fraternidad donde la diferencia no desuna y sea un problema para la convivencia, por el contrario, la trinidad manifiesta que la diferencialidad integra, complementa, enriquece y acrecienta en nosotros y en la sociedad otros modelos alternativos de relacionarnos y de actuar para impulsar el Reino. Podríamos afirmar que es a partir de estas realidades concretas como llegamos a sumergirnos en ese misterio infinito de la trinidad que no deja de sacarnos de nosotros mismos para ir al encuentro de los Otros, rompe con nuestras limitaciones, con nuestra finitud, con nuestro egoísmo para hacernos trascender a favor de los Otros.

De igual modo, un ejemplo muy valido y útil para nuestros tiempos de conflicto en el que percibimos a la diferencialidad como amenaza, tal ves la notamos así simple y llanamente porque hemos tenido una pésima comprensión de la comunión Trinitaria, tal ves sin intención seguimos aceptando la tesis del triteísmo, la cual “Afirma las tres divinas personas. Acepta al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, pero como tres substancias independientes, autónomos. No se afirma la relación, ni la comunión como constitutivo de la persona divina” , posiblemente de esta manera de interpretación surja una concepción marcada por el dominio de una de las tres personas sobre las otras dos, en este caso la del Padre, sobre el Hijo y el Espíritu Santo, lo cual sería una apreciación errónea, pues estaremos validando una y minusvalorando las otras dos.

También pueda que con esa concepción en el contexto político hoy se avale el dominio de poder concentrado en una sola persona, tipo de autoritarismos que no deja crecer en participación, pues lo otro es una amenaza para este tipo de ideas, de igual modo, puede darse en la ciencia, en los modelos de familia y especialmente en las religiones, pues nos adueñamos de nuestras verdades, de nuestras revelaciones y todo lo demás nos parece que debe confluir hacia nosotros, lo juzgamos desde nuestros intereses y prejuicios.

A los anteriores cuestionamientos responde la comunión trinitaria, con otros caminos, otras propuestas, otras formas de pensar, de escuchar, de valorar y dialogar, pues aquí en este caso no se trata de que no haya conflicto, sino en ver que esa diferencialidad del otro me interpela y me conduce a pensar diferente, a tener en cuenta su postura su realidad, que al mismo tiempo me complementa en tanto que me conduce a verle como humano, como hijo de Dios. En este sentido la comunidad trinitaria es un modelo, porque hace que nosotros nos interroguemos hasta dónde respetamos y acogemos lo que nos hace ser distintos, nos interroga por la organización de la unidad en la diversidad, en la comunión, si tuviéramos en cuenta estos pequeños, pero significativos detalles de la comunión trinitaria muy seguramente ayudaríamos a transformar el mundo de otra manera, en el que la comunión en el amor se hace realidad. De esta manera nos sentiríamos que somos Hijos de Dios, Hermanos en Jesús, animados y fortalecidos por la presencia de su Espíritu que nos hace sentirnos corresponsales con los problemas del mundo y del hombre actual.


3. La trinidad como liberación y esperanza

A este tipo de sociedad en comunión y esperanza se unen las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, no es una imagen ideal o imaginable, pues si nos detenemos en las acciones, hechos y palabras de Jesús, su vida, es manifestación plena del Padre en la que revela la intimidad con el abbá, es comunión con el Padre paternal y maternal, puesto que “la misericordia es la gran perfección del Padre maternal que Jesús nos pide que imitemos: “sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso” (Lc 6, 36)” .
Dios, Trinidad de liberación nos propone ese principio de la misericordia como respuesta a la deshumanización y el sufrimiento de las comunidades.

La Trinidad hoy pide de parte de nosotros respuestas que sean hechas en esa atmósfera y circulo de amor, el cual no se cierra, sino que se abre empezando por lo más cercano, el ser humano, el mundo y todo lo que en él converge, pues ahí está Dios revelado, negar la ternura del Padre misericordioso y tierno sería desconocer la comunión trinitaria, sería negar la condición de haber experimentado su presencia entre nosotros como hijos de Dios, sería negar un pasado histórico, sería negar la presencia de Dios Padre actuante en los procesos de liberación del pueblo de Israel, sería negar al Espíritu Santo, su actuación en los procesos de cambio y liberación., al ruah, al pneneuma que como viento, vendaval y huracán animan desde los inicios de la vida, pequeñas y ricas experiencias de fe que han estado y siguen habitando en nosotros. Es la fuerza de lo nuevo que conduce a la renovación de todas las cosas, es aquello revelado y al mismo tiempo lo oculto, es la creatividad en la naturaleza, pero al mismo tiempo es la comprensión que hace que hombre y mujeres luchen por la justicia y el amor, en definitiva por consolidar Reino .

Por tanto, Jesús es presentado como el mediador de la liberación integral, quiere decir esto que en su obrar, en sus acciones y palabras mostró la fuerza liberadora y esperanzadora, pues el mismo hecho de discutir con los fariseos, con los escribas y con las diferentes autoridades ya era un hecho significativo que desataba choque, polémica y escándalo, sin embargo, no por esto no dejo de mostrarse a favor de los olvidados y desprotegidos, pues en las acciones de sanar los enfermos, de perdonar los pecados, de hablar con las mujeres, de bendecir los niños, de exorcizar ya eran serias muestras de compromiso con la Voluntad del Padre. En Jesús la comunidad encuentra el rostro amoroso del Padre, que los lleva a luchar por sus proyectos, encuentra la Fuerza liberadora del Espíritu hecho vida, y la gracia de un abbá, modelo de comunión.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Contra las minas... contra la muerte del ser humano


La premio Nobel de Paz Jody Williams se detiene junto a un cartel durante la semana contra las minas antipersonales, que se realiza en Noruega.

viernes, 14 de septiembre de 2007

LA RAZONABILIDAD QUE TIENE LA EXPERIENCIA DE FE

Por: Ángel Javier Villamizar, cmf

El conocimiento de Dios para algunos hombres, es bastante confuso. Algunos piensan que él no existe, pero en realidad se puede captar desde nuestro interior. Por lo anterior, es necesario elaborar algún documento que nos pueda orientar sobre este tema en especial. Ya en algunos escritos aquí elaborados, nos muestran un método alternativo para realizar una reflexión teológica y así, con estas pautas que nos ofrecen una visión más general, podremos desarrollar el tema propuesto para este apartado.

Para entender el conocimiento de Dios en nosotros, es necesario explicar a grandes rasgos lo que significa la palabra experiencia
[1], ya que con ella podemos sentir e interpretar las manifestaciones de la revelación de Dios. Experiencia es “el acto por el cual se toma conciencia (directa o refleja) de la propia relación con el mundo, consigo mismo, con el Absoluto Trascendente, inmanente, como algo vivido históricamente, realizado, no solamente pensado[2]”. Es una definición general, pero de la misma manera podemos dividirla en tres grandes bloques.

La primera forma de la experiencia se le puede llamar empírica, ella se convierte en el punto de conocimiento de manera superficial e inexacta. Son todas aquellas percepciones inmediatas que no se someten a ninguna clase de reflexión, es decir, se conoce con el pensamiento más que con la sensibilidad del sujeto. Por ejemplo, cuando conocemos alguna cosa en imágenes por computador, realmente no la podemos palpar y tener un contacto más profundo con ella. Por lo anterior, se puede deducir que es un conocimiento desde el pensamiento.

La segunda característica de la experiencia es la que se conoce como experimental, en ella podemos reflexionar con un fin determinado. Igualmente, comprende el estudio metódico y sistemático de los datos aportados por la experiencia empírica.

La última forma de la experiencia la podemos denominar existencial, la cual incorpora la totalidad de la experiencia humana, es decir, abarca los niveles de la existencia y el horizonte del ser que pueden ser captados y valorados por él de alguna manera. Equivalentemente, es la que “supone el dato empírico al valor (sentido) específicamente humano, mediante el proceso de interpretación-comprensión
[3]”. En las experiencias básicas del hombre podemos mencionar el odio, el amor, la responsabilidad, la amistad, la alegría, la soledad, la solidaridad, etc. Son todas aquellas cosas que las sentimos y que no las podemos comprobar científicamente.

Esta forma de la experiencia existencial considera como punto culminante el proceso de humanización y señala la forma de actuar del hombre en el nivel específicamente humano. Paralelamente, ella posee seis elementos que a continuación nombraré. El primero es la relación que existe entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. Es reconocer que hay otro conmigo y que realmente no me encuentro solo. Así se establece una relación y participación de los implicados, cabe distinguir que los dos se presentan tal como son.

El segundo es una relación más directa e inmediata con el objeto, es decir, que no se realiza por medio de representaciones, conceptos, ideas, reflexiones, recuerdos e imágenes como lo mencionaba en el ejemplo anterior. “Lo experimentado tiene carácter complexivo y afecta inmediatamente al hombre total
[4]”. Esta experiencia esta enfocada indisolublemente al objeto percibido.

El tercer rasgo de la experiencia es su historicidad, es decir, que el hombre no se puede aislar de su contexto social en el que vive, tampoco se realiza con unas leyes fijas y establecidas; está ligada al momento coyuntural, oportuno, que puede ser único e irrepetible para el sujeto. Esto enseña al ser humano a no creerse dueño absoluto de su tiempo y su futuro.

El cuarto rasgo enseña al hombre a estar abierto a los cambios, a los procesos, las transformaciones, etc. Esto sucede de manera inesperada, es más de lo que la experiencia práctica nos puede ofrecer.

La quinta forma de la experiencia es la que invita al ser humano a permanecer en movimiento de apertura y esperanza. Cuando no es abierta a estas transformaciones se quedan en normas o dogmas que afectan el proceso de la experiencia y se les priva de su propio dinamismo. “Quien considere el amor, la confianza, la esperanza, la fe como algo que posee, arriesga a poseer esta posesión
[5]”. Siento la necesidad de mencionar aquí un aporte que puedo hacer a nuestra religión católica: ella muchas veces se queda en sólo dogmas y no deja que el ser humano realmente tenga un encuentro en libertad más íntimo con Dios; en ocasiones los miembros que la conformamos nos sentimos dueños de esta relación de Dios con el hombre, por tal razón, se ha ido perdiendo el amor, la confianza y muchos otros valores. La Iglesia como institución, se encarga de defender unos depósitos de verdades reveladas y en la proclamación de unos principios morales desvinculados de la realidad concreta de la existencia.

La última forma es la que corresponde a la experiencia del lenguaje. Entendido como “un sistema de formas de expresión, creado o producido por el hombre para manifestarse, hacerse entender, ordenar sus conocimientos, comunicarse y relacionarse de múltiples maneras con la realidad
[6]”. Es donde yo soy para el otro en la medida que me comunico y hablo. Se da un encuentro entre yo-tu, en el cual simultáneamente se comprenden a sí mismo. Nosotros expresamos directamente cosas y situaciones que nos afectan de cierta manera y no una lengua. Es aquí, en esta forma de la experiencia, donde podemos llegar al conocimiento de Dios, claro está que debe tener alguna relación con las demás formas de la experiencia.

En la interpretación de este lenguaje se comprenden algunas manifestaciones del ser humano, es decir, la interpretación nos sirve para la apropiación y asimilación de lo expresado por el lenguaje. Cuando el hombre ha entendido su historicidad y ha sido consciente de ella podrá “creer
[7]” en algunas manifestaciones de la realidad. Este creer posee diversas significaciones. Es un creer en opinión, hipótesis y en el sentido de la fe. El que me interesa profundizar aquí es en el sentido de la fe.

Para comenzar a hablar del creer en la fe, debo definir este concepto tan amplio y muchas veces confuso para algunos. La fe “es primordialmente un acto de encuentro y de confianza entre personas, lo cual abarca la inteligencia, la voluntad y el sentimiento en su unidad originaria. Se refiere a la totalidad de la persona
[8]”. Ella nos ayuda a entendernos en unos acuerdos interpersonales. Por ejemplo, tengo fe que tú realizarás algunas cosas bien en la universidad, doy confianza y fe de que así será. Por otro lado, el creer supone que esa persona ha querido manifestarse en lo que es propio, en su interioridad, revelarse en cuanto es posible.

Pues bien, en primer lugar Dios se hace real para el hombre como objeto de fe, en la experiencia en que el hombre lo percibe, así como él entiende el amor cuando ama, de la misma manera, conoce a Dios cuando lo busca en su interior. En realidad lo que existe es una ínter-subjetividad, es decir, encuentro a Dios cuando reconozco al otro, a mi hermano, cuando me relaciono con él. Entonces, podemos hablar de revelación como “la comunicación de la intimidad de Dios a la intimidad del hombre que el hombre descubre en sí mismo, es decir, históricamente, y la expresa con lenguajes propios del ser humano, con el testimonio y el discurso, explicándola según su cultura y su propia época
[9]”. La fe es la que presenta a Dios en lo más íntimo de nosotros.

De la misma manera, podemos afirmar que Dios es trascendente, es decir, que lo penetra todo y esta presente en todo, sin quedar limitado por nada, ya que él esta siempre más allá. “Dios es lo inagotable de la inteligibilidad: un misterio que cuanto más conocido es tanto más nos revela la infinitud de su comprensibilidad
[10]”. A la par, es inmanente, es decir, “Dios es el Misterio que se entrega siempre, pero también se reserva; que siempre se revela y se vela; que se comunica, pero sin confundirse con el mundo[11]”. Pero más que estas dos categorías, Dios es sumamente transparente, es decir, que la “Transparencia significa presencia de la trascendencia en la inmanencia. Con otras palabras: significa la presencia de la trascendencia en el mundo[12]”. Dios emerge y se manifiesta a través del hombre y del mundo. Él es conocido cuando se da como significación real para el hombre en el mundo, es decir, por medio de la comunidad.

Algunos afirman: ¿Yo porqué no lo puedo ver? ¿Dónde esta Dios? ¿Qué sucede en mí, ya que él no se me revela? Pues bien, habrá que responderle diciéndole que no lo ha buscado en profundidad. En la profundidad es donde se encuentra la verdad. En lo superficial nunca podemos encontrar dicha verdad, en este caso sería la manifestación de Dios mismo. La mayoría de las cosas de este mundo se manejan a través de la superficialidad y de este modo es difícil encontrar a Dios y conocerlo completamente. Es aquí donde se afirma que “Nuestros oídos están sordos a los gritos del estrato profundo de la sociedad como clamor de la profundidad de nuestra alma. Abandonamos en la soledad a las víctimas sangrientas de nuestro sistema social, desatendiendo su grito de auxilio en el barullo de la vida diaria; igual hacemos con nuestra alma atormentada
[13]”. Dios es el Absoluto que surge cuando el hombre profundiza y va hasta la raíz misma de la historia que vive.

Dios no sólo se reveló en lo que puede ser observado en el universo, en la naturaleza y en la vida humana, sino que Él se ha mostrado todavía más específicamente en La Sagrada Escritura. Un ejemplo bastante claro es la revelación de Dios al pueblo de Israel “Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: "YO SOY me ha enviado a vosotros. Dijo además Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: "El SEÑOR, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros." Éste es mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de mí de generación en generación. Ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: "El SEÑOR, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido, diciendo: 'Ciertamente os he visitado y he visto lo que se os ha hecho en Egipto (Ex 3, 14 – 16)”.
[1] Este documento esta orientado bajo la lectura del siguiente texto: BRAVO, Carlos, El marco antropológico de la fe, PUJ, Bogotá, 1992, Pág. 34-54.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd. Pág. 36.
[4] Ibíd. Pág. 38.
[5] Ibíd. Pág. 41.
[6] Ibíd. Pág. 43.
[7] Como una actitud interior, disposición personal, inseparable entre la relación de personas, a nivel existencial y de la decisión en que ésta se expresa y actualiza.
[8] BRAVO, Carlos, El marco antropológico de la fe, PUJ, Bogotá, 1992, Pág. 51.
[9] BAENA B, Gustavo. SJ, Introducción al Antiguo Testamento e historia de Israel, Ed. Colección Apuntes. Pág. 3.
[10] BOFF, L. (1978). Testigos de Dios en el corazón del mundo .Madrid: Publicaciones Claretianas. Pág. 50.
[11] Ibíd. Pág. 54.
[12] Ibíd. Pág. 55.
[13] TILLICH, P. (1970). La dimensión profunda. Bilbao: Ed. Descleé. Pág. 86.

EL PAPEL DE LA RAZÓN EN NUESTRA EXPERIENCIA DE FE EN DIOS

Por: Diego Martín Balaguera, cmf

Y tú… ¿Por qué crees en Dios?, o mejor, ¿Por qué creo en Dios? ¿En qué sostengo mi fe?; estas preguntas nos llevan a la búsqueda de argumentos o razones que justifiquen nuestra fe en Dios. A veces podemos pensar que la fe es una herencia, sin más, recibida de nuestros padres, abuelos o de la misma cultura, y como herencia, la recibimos sin ser conscientes de aquello; también podríamos decir que hemos llegado a la fe, a creer en Dios, gracias a una experiencia íntima y única que transformó nuestra vida, una experiencia que a lo mejor no se puede expresar con palabras y que es percibida casi como algo sobrenatural, como algo que está “más allá” de la razón humana, algo que los otros no pueden comprender: “sólo Dios y yo lo entienden”. ¿Es posible entonces afirmar que no es necesario dar razón, de manera consciente y lógica, de nuestra fe, y que sólo bastaría con decir que la fe, según lo anterior, es un dato recibido de la cultura, una manifestación extraordinaria de Dios que se debe asumir, sin mayor exigencia que la disponibilidad y la fidelidad humana?.

La cuestión de Dios no es una cuestión que deja de lado el problema de la razón (los argumentos, lo teórico, lo abstracto, lo universal), sino que es necesario para comprender a Aquel en quien creemos; sin embargo, esta afirmación ha sido vista con cierta sospecha, pues se cree que la razón, y más específicamente la filosofía, es una ciencia que no se compadece con la fe en Dios. Es un prejuicio que no permite tener una mirada más clara, razonable, coherente y humana de la fe y más bien hace que se llegue a explicaciones desaforadas, sobrenaturales, intimistas, cerradas y absolutas.

Es claro que la filosofía, desde tiempos antiguos, siempre se ha preguntado por Dios, haciendo de él un problema legítimamente filosófico, donde se busca comprenderlo y hacerlo parte, de manera racional, de la existencia del hombre. Esa comprensión de Dios se ha expresado de diversas maneras: lo bueno en sí, primer motor inmóvil, actus purus, lo uno, el ser perfecto, lo absoluto, la verdad, etc. Son categorías teóricas, absolutas y universales que para un creyente se le hacen ajenas. En cambio si entramos en la perspectiva de un creyente Dios es más concreto, tiene rostro, es un Dios vivo, es creador, Señor del mundo, en últimas, Dios se comprende a partir de lo que el mismo ser humano es.

Démonos cuenta que tanto las categorías que se le atribuyen al dios de los filósofos, como al Dios del creyente tienden a un error: encerrar en conceptos a Dios, sabiendo que Dios puede ser mucho más que esos conceptos; de esta manera, y siguiendo los argumentos de N. Kutschki, ni el Dios del creyente sería el dios de los filósofos, mas ni tampoco el dios precisamente de los teólogos
[1], ya que las dos formas de comprender a Dios se hacen parecidas la una con la otra: deseo de saber – deseo de salvación; actividad racional – fe; Absoluto cósmico – Dios personal; escuela filosófica – Iglesia; etc. (Max Scheler). Son una serie de contrastes, conflictivos, que muestran el problema de “apretar” en conceptos a Dios; y es problema, y más en el Dios del creyente, porque al ser un Dios personal, un Dios que se comprende desde lo que nosotros somos, se puede llegar a reducir a un “mi Dios”, es decir, a subjetivarse, precisamente por ser una experiencia personal – única, despojando a Dios de su carácter universal, quien se dirige a todos y todas; de estas formas de comprender a Dios depende nuestra fe en Él y las razones por las cuales creemos en Él; Dios entonces sería más una invención bien lograda del hombre, un conjunto de atributos humanos proyectados en la imagen de Dios y no realmente un ser que se comunica, que crea un diálogo profundo con la humanidad.

Es en esta serie de contrastes donde la filosofía llega a ocupar un lugar importante en la experiencia de fe del creyente, en cuanto que puede integrarlos a partir de su carácter universal, descartando aquellas ideas que relacionan a Dios con visiones, ocurrencias o intereses muy particulares; no quiere decir que volvamos a términos abstractos y difíciles, ni tampoco que la filosofía sea la única encargada de hacer más clara la fe en Dios, sino que, junto con los elementos de la revelación, se logre explicar, lógica y argumentativamente, la experiencia de fe.

N. Kutschki propone dos puntos fundamentales donde la fe en Dios no puede desligarse de la filosofía: a) En su génesis, la fe necesita de la reflexión filosófica, ya que no puede ser una fe ciega; y b) Se necesita el pensamiento filosófico para la inteligencia de la fe.

En cuanto al primero, necesitamos justificar nuestra fe, hacer consciente lo que creemos, de manera que tenga una explicación razonable; tener claro lo que es la fe, sus exigencias, “pensar en quién debemos y podemos creer”. Es necesario apropiarnos y ser protagonistas de esa experiencia de fe, de lo contrario la fe sería un simple “salto al vacío”, en donde seríamos marionetas de un “malvado” dios que se aprovecha de su poder, eliminado por completo nuestra libertad, manipulando nuestra consciencia y nuestra acción humana.

Como segundo punto, necesitamos del pensamiento filosófico para desarrollar una inteligencia de la fe; pues el diálogo con Dios no es extraño al diálogo cotidiano que realizamos con las demás personas; en ese diálogo existe un saber previo que le permite operar a nuestro conocimiento y así reconocer las diferentes situaciones que acontecen en nuestra vida. De la misma manera, este operar sucede en el ámbito de la fe, pues no podemos pensar y vivir a Dios en términos distintos a los nuestros, si entre Dios y el hombre existe “llamado” y “respuesta”, es decir, un diálogo entre Dios y el hombre, el hombre debe participar de ese diálogo con Dios, debe ser “interlocutor de Dios”, si no es así, Dios estaría hablando consigo mismo.

De lo anterior podemos decir que es a través del mundo y sus símbolos, a través del pensar, del hablar, en últimas, a través de la misma humanidad como podemos acercarnos a Dios y justificar desde allí nuestra fe en Él; entre más seamos conscientes de nuestro actuar en el mundo y seamos capaces de salir de nosotros mismos, conduciendo nuestro obrar a favor de los demás, estaremos acercándonos a Dios. Es fundamental entonces vincular la filosofía a nuestra fe en Dios, sin ella esteremos expuestos a crear ídolos, pues ella nos exige pensar nuestra fe, analizarla, criticarla, unirla al acontecer histórico de la persona y de la sociedad, todo lo cual nos lleva a afirmar que comprendemos a Dios, vivimos a Dios, experimentamos a Dios de una forma mediada. La naturaleza, las personas, la historia, el sufrimiento humano, las víctimas son presencia real de Dios; y si creemos en Él, en su acción salvífica y liberadora debemos creer también en el otro, pues a través del otro es como vamos saliendo de nuestra finitud y nos vamos proyectando a la trascendencia.

En conclusión, la presencia de Dios mediada, es decir, los acontecimientos fundantes que van demarcando nuestra existencia y la van llenando de sentido, nos dan razones para creer en Él y optar por Él.
[1] Cfr. KUTSCHKI, N, Dios hoy: ¿problema o misterio?, Ed. Salamanca, Sígueme, Pág. 19.

MÉTODO EN TEOLOGÍA, UNA POSIBILIDAD PARA EL CONOCIMIENTO DEL MISTERIO DE DIOS

Por: Luis Armando Gómez, cmf

El siguiente artículo pretende brindar un acercamiento al método teológico propuesto por Bernard Lonergan, desde el cual es posible abordar algunos elementos metodológicos para la reflexión teológica sobre el misterio de Dios; para tal efecto, proponemos el siguiente esquema: a) Definición de algunos conceptos que nos ayudarán a comprender mejor el texto: revelación, teología y método; b) Presentación del método teológico; y c) Un acercamiento al misterio de Dios.

a) Definición de algunos conceptos

Ø “Revelación: “Es la comunicación de la intimidad de Dios con la intimidad del hombre que el hombre descubre en sí mismo, es decir, históricamente y lo expresa con lenguajes propios del ser humano, con el testimonio y el discurso, explicándola según su cultura y su propia época[1]”.

Ø “Método: “Esquema normativo de operaciones recurrentes relacionadas entre sí que producen resultados acumulativos y progresivos[2]”.

Ø “La Teología se define como una reflexión crítica, sistemática sobre la intelección de la fe[3]” o también como discurso de la revelación, en tanto que “la teología en esta misma lógica, no es función pertinente únicamente a los aspectos nocionales, intelectuales, enunciativos, declarativos de la fe. Ella se define también por relación con los aspectos históricos, prácticos, vivos, operativos, situados y situacionales de los compromisos ineludibles de la fe histórica. Hacer teología no es sola reconstrucción del horizonte de la tradición, sino la producción de los horizontes del intérprete[4]”.

b) Presentación del método teológico.

Para abordar el método teológico es necesario tener en cuenta que éste se encuentra dentro del ser humano, pues es el hombre quien con su sentimiento, afecto, pasión, acción y conciencia lo hacen posible, sin él no hay conocimiento, por tanto no hay método. Es el hombre quien lo pone en funcionamiento partiendo de su realidad, en la que juega un papel importante la experiencia, ella, la experiencia, permite lograr un acercamiento a Dios. Este método según lo expresa Bernard Lonergan tiene cuatro operaciones fundamentales por medio de las cuales el hombre construye ciencia y se aproxima a esa profundidad del misterio inconfundible de Dios.
Una de las primeras operaciones es el experimentar, consiste en una percepción orgánica consciente en la que se dispone nuestros sentidos para conocerme a mí mismo, recogiendo los datos de lo que se me presenta en el mundo empírico, dentro de esta primera operación se encuentran los sentidos, a saber, tocar, gustar, oler, escuchar, ver y degustar. En esta operación están los fenómenos que llegan a mí por medio de las sensaciones. En este primer nivel respondemos a la pregunta “qué es esto”[5].

La segunda operación, es el entender, esta se encuentra en el nivel intelectual, pues hace una interpretación de lo que hemos aprehendido, así se establecen relaciones, esquemas entre los datos para lograr una mejor comprensión. En esta operación, a demás de elaborar una reflexión responde al cuestionamiento “esto que entendí ¿es así como lo entendí?[6]”.

La tercera operación intencional consiste en juzgar, nuestra conciencia intencional nos conduce a lanzar juicios, de aprobación o desaprobación “¿eso es así como lo hemos entendido?[7]”, por ello hacemos afirmaciones de verdad o falsedad en las que buscamos lo valioso, lo bueno de ese juicio.
La cuarta operación es el decidir, se puede afirmar que es la conclusión de las anteriores, pero al mismo tiempo, es la posibilidad nuevamente de iniciar otro ciclo de conocimiento, porque dependiendo de la elección que hagamos, a sí mismo optaremos por determinadas vías de acción, de ser y hacer. En está influyen más los intereses, los sentimientos, las emociones y los valores, en tanto que esta operación implica escoger determinada postura, idea o comportamiento. Consideramos que debemos estar atentos porque en esta postura existe un estado que nos bloquea y no nos permite experimentar, entender, juzgar y decidir. Esta etapa es el egocentrismo, en tanto que es una tendencia a considerar exclusivamente la opinión de uno mismo en función de sus intereses, de sus formas de concebir el mundo, en otras palabras, ella misma, la persona, es el centro del universo.
Esta actitud no permite distinguir nuevos paradigmas, posturas e ideas, por tanto cierra la posibilidad de una apertura a nuevos conocimientos, a nuevas experiencias de vida que nos muestran la manifestación de Dios, a esta tendencia se le puede unir el pensamiento cientificista que en su deseo de objetivización de la materia y el sujeto se olvida de experiencias tan profundas como el amor de Dios revelado en la intimidad del ser humano, pues se centra más en los datos tangibles, sensibles y perceptibles, llegando a sí a autocomprendersen como “únicos dueños de la verdad adsoluta, en otras palabras, no les cabe en la cabeza que haya otras maneras de relacionarnos con el mundo, con el ser humano, con Dios.


c) Un acercamiento al misterio de Dios
Este acercamiento se puede lograr, primero, porque Dios se revela al ser humano en su intimidad, es decir, que desde el momento que empezamos a experimentar, entender, juzgar y decidir, estamos poniendo en funcionamiento las operaciones de nuestro ser, haciéndolas conscientes; por esa sencilla razón, estamos conociendo a Dios, puesto que como él está en lo más profundo de nuestro ser, es condición de posibilidad para que en nosotros se genere un conocimiento. A hora bien, si Dios está en nuestra estructura humana podemos encontrarnos con su intimidad, pues es en ella, en al intimidad, donde Dios nos comunica su voluntad, y una forma de comprobar que estamos actuando en concordancia con la voluntad de Dios, es el estar saliendo de nosotros mismos, rompiendo con nuestra finitud, es un salir en búsqueda del Otro, de la humanidad en la que percibimos la presencia de Dios actuante.

En consecuencia, él se manifiesta como acto creador, que crea desde dentro, desbordándonos con su propio ser y en tanto nosotros actuamos de esa misma forma, saliendo de sí, comprobamos que estamos actuando conforme a Dios nos lo comunica. En esa medida, se llega a comprobar que nuestras acciones van en relación con las de Dios, cuando vamos más allá e intentamos salir de nuestros egoísmos, de nuestros intereses, de nuestros hedonismos y deseos narcisos, nos acercamos a la voluntad de Dios. Por eso, cuando realizamos estas operaciones (experimentar, entender, juzgar y decidir) en función de los otros, de sus necesidades, estamos conociendo a Dios, y muchas de estas operaciones las podemos realizar, sin conocer el proceso anteriormente mencionado, son fruto de tendencia más bien casuales, espontáneas y directas. Aunque en ocasiones no tengamos presente todo este proceso, existe esa tendencia al bien.

El experimentar, entender, juzgar y decidir (método), nos conduce a comprender realidades tan profundas como la misma generosidad de Dios hecha concreción en el amor, en la creación, en la humanidad, en definitiva, en su Palabra encarnada. Por eso la revelación es más que una elaboración de un discurso argumentativo, la apropiación de un método, el quehacer de determinada teología, estos son únicamente maneras y estilos, muy válidos por cierto, de nosotros responder a la profundidad de Dios.
[1] BAENA, Gustavo y ARANGO, José Roberto, Introducción al Antiguo Testamento E Historia da Israel, en Colección de Apuntes de Teología. PUJ, Facultad de de teología, Bogotá, 2007. Pág. 3.
[2] LONERGAN, Bernard, método en teología, Ed, Sígueme, España, 2001. Pág. 13.
[3] VELEZ CARO, Olga Consuelo. El método teológico. Colección Apuntes, PUJ, Facultad de teología, Pág, 11.
[4] PARRA, Alberto, Textos, Contextos y Pretextos, PUJ, Facultad de teología, Bogotá, 2003. Pág, 282
[5] Cf, VELEZ CARO, Olga Consuelo. El método teológico. Colección Apuntes, PUJ, Facultad de teología, Pág, 22.
[6] Cf, Ibíd.
[7] Cf, Ibíd.